Meeting the Ch'ti

Llegar a Arras nos tomó dos días (pura y exclusivamente debido a nuestra propia pereza y, bueno, quizás al clima que no nos acompañó mucho...).

Cuestión que en nuestra pedaleada a la susodicha ciudad decidimos parar en el único camping que encontramos en el medio (en un pueblo perdido en la mitad del camino llamado Violains). Al susodicho camping, por suerte, no nos tomó demasiado tiempo encontrar y, al llegar, tanto Chiz como yo nos sentimos altamente optimistas frente al aire de jolgorio y festividad que se podía respirar en las amplias mesas repletas de gente (algo excedidas de peso) que comían y bebían a gusto y piaccere. A estas personas las llamaremos, de ahora en más, Ugas (en singular Uga) y probablemente (sospechamos) sean típicos ejemplares de los franceses del Norte de Francia llamados Ch'ti.

Volviendo al relato... cuando llegamos nos recibió una de esas gentes, también excedida de peso, y nos dijo que nos instalemos y no nos preocupemos por pagar ni nada, que después lo arreglábamos. Era imposible no contagiarse de la sonrisa de la señora Uga, así que con sonrisa en cara, fuimos a desarmar las bicis para a comer nuestros sandwichitos de roquefort y gruyere.

Se nos ocurrió, pues, que quizás podíamos comprar unas papitas fritas para acompañar (un precioso cartel indicaba que había "Papa Fritas p/ Llevar"), así que yo fui y con mi francesito aprendido en escuela privada (nada de Ch'ti ni de Uga), y me comuniqué con los Ugas que estaban adentro del bar para pedirles una papas "a emporter". Ahí quedó bastante confirmado que los Ugas, además de ser Ugas, estaban altamente borrachos (por lo menos todos los Ugas varones), y que no iban a dejar de hacernos un comentario en cuanto tuvieran oportunidad (y cuchichear en un francés campestre algo sobre nosotras, mezclado con risotadas sospechosísimas).

Por fin volví a donde estaba Chiz. Me consideré a salvo de los borrachines (sepan entender que era el último día del fin de semana largo, así que seguramente andaban despidiéndose la bebida) y me puse a comer. No pude haber terminado de tragar la primera papita frita (que estaba riquísima, dicho sea de paso) que una señora de atrás (no menos Uga) nos empezó a hablar y a preguntar de dónde veníamos y hacia dónde íbamos (por supuesto, sin el tinte existencial). De nuevo, en un francés completamente nuevo para mí y sin consideración de mi nacional no-francófona. Pero le respondí (como pude) y antes de que pasaran 5 minutos estaba la susodicha Uga, cuchicheando con los demás en su mesa algo al respecto de nosotras (una palabra que sí entendía era "velo", así que velo de acá, velo de allá... vaya una a saber) y acá sí que se oían risas, al estilo de las hermanas de Marge Simpson, y todas ellas referidas a nosotras. Con Chiz estábamos indignadas! Tantos años fuera del secundario para que se vengan a reir de nosotras, igualito que en el colegio, Ugas de unos 40-50 años!!!!! Pero no dijimos nada, porque las señoras Ugas estaban acompañadas de sus maridos (algo bebidos) Ugas, y preferimos no alterar su buen humor e irnos a dormir (entre gritos que despertaban hasta los muertos).

Para este momento, nuestro amor a primera vista ya se había desvanecido, y hasta un cierto temor y sospecha empezaba a rondarnos encima... sobretodo por las vueltas de buitres de ciertos borrachines. Empezamos a sentirnos identificadas con la clásica película La Comunidad. Desconfiábamos altamente de la crueldad de estos Ugas... sepan entendernos son capaces de rapar aun P.P. (pobre perrito) como lo ven en la foto, a pesar de que acá todavía el calor no empezó, y sospecho que lo han usado para reírse más de una vez...

Por suerte, nuestras sospechas fueron infundadas, y no terminamos siendo al cena de los Ugas, pero lo que sí pasó fue que la despedida del feriado duró hasta vaya a saber una que hora y a las 5:30 de la mañana, oímos autos retirarse del camping (posiblemente, de los Ugas borrachos que decidieron dormir un poco antes de salir a su trabajo). Al día siguiente (día en el que teníamos esperanzas de encontrarnos finalmente en paz con todo el camping para nosotras) nos sorprendió encontrar todavía caravanas y autos por doquier: era claramente un mal indicio.

Tanto Chiz como yo decidimos no acercarnos al bar/taberna hasta más adelante, así que dormirmos, casi sin pausa, hasta la 1 del mediodía. Llegada esa hora, yo me desaparecí (en mi bici veloz) para ir a dar señales de vida y contactarme con el mundo (cosas del mundo moderno, estas de andar 5km para conseguir señal de wifi). Al volver, la encontré a Chiz realizando quehaceres domésticos (como coser algunas cosas) y le ofrecí comprar un sandwich para acompañar la cena (pésima idea, dicho sea de paso, porque el sandwich era incomible). Aceptó so condición de que, por favor, fuera yo a preguntar, porque cuando ella había ido al baño todos se le habían reído en la cara (porque la pobrecita no hablaba ni mu de francés), así que, a los 10 minutos entraba yo a la taberna, muy segura de lo que iba a hacer.

Como es de esperarse, cuando entré, todos y cada uno de los bebedores (y la señora que servía y el perro) me miraron fija y largamente entrar. Titubée... pero rápidamente puse mi mejor cara de Gerard Butler en Rocknrolla y, llena de coraje, y me acerqué a la barra (con un "Merci Monsieur" hacia el Uga que me abrió paso) y pregunté por el tipo de sandwiches que tenían, sí, sí, con mi francesito delicado y todo.

Así fue como conseguí un sandwich de media baguette con lonjas de jamón que asustarían hasta a un perro y unos 200 gr. de manteca que no ayudaban a digerirlo. Obviamente, el sandwich quedó casi intacto. Por suerte, un Mars, muchas gomitas, galletitas de chocolate y una zanahoria amarga nos suplieron la cena para poder, una vez más, irnos a dormir.