Good ol'American people



Como no tengo más gente cerca (ni a nadie con quién reirme de las cosas que hacen mis compañeros de cuarto) vengo a contárselas a ustedes, a ver si se ríen conmigo.

Mis siguientes compañeros de cuarto, en Berlín, fueron el grupo de 5 españolas (bien bien gallegas) que describí anteriormente. Igualmente, le agradezco a Dios y a la providencia habérmelas puesto en el camino porque ustedes no se dan una idea de lo graciosas que eran. Entre sus "cógelo" y sus s que son z y sus malos entendidos adolescnetes (porque no llegaban ni a los 20 años) me hacían morir de la risa (y, de paso, sentirme una señora hecha y derecha, en comparación). En fin, no digo más de ellas porque ya hace rato paradon.

Voy a hablarles de mis dos compañeritas en Roma. Americanas (lo que es sinónimo de pesadillezcas). Una, oriunda de Washington D.C., pero erradicada en Hawai y la otra, calculo yo, hawaiana. Qué sé yo.

El primer día (las primeras horas) me resultaron amabilísimas, un poco charlatandas (me hablaban mucho-demasiado) pero nada más. El problema fue al llegar la noche o, mejor dicho, al llegar la mañana. Las nenitas se despertaron a las 8:30 am y, no contentas con eso, se fueron a bañar, dejaron la puerta abierta (que golpeaba, golpeaba, golpeaba) y sacaron y metieron bolsos (con sus correspondientes cierres relámpago). Las puertas de este hostel tienen dos maneras de cerrarse: la fácil, pegando un portazo y la "difícil" que es, usando la tarjeta que te dan para abrirla. Cómo la cerraron mis amiguitas? Portazo! (obvio). Las odié.

Me explican como dos personas, dos cerebros pensantes (o semi-pensantes) juntos no pueden darse cuenta en cuatro días (unas 96hs) del sofisticado mecanismo para cerrar la puerta sin despertar a los muertos y yo, solita, lo "descubrí" a la segunda vez que cerré? Y creánme que mi IQ no sobrepasa la media ,eh...

La noche siguiente (o sea, anoche) yo seguía doloridísima por el exceso de carga sobre mis hombros el día anterior (recordemos que viajé en avión para Roma) y decidí irme a dormir tipo 9 de la noche (quizás 9:30). Las minitas se iban hoy (y yo las seguía odiando) así que tenían que hacer el bolso (ok...) pero, no contentas con el ruido que ya iban a hacer, se pusieron a probarse la ropa nueva y los zapatitos con taquito nuevo y todito lo nuevito que se habían compradito y la reconcha que las parió. Obviamente, charlando, charlando y charlando constantemente (nada de susurrar, eh!).

Ah! Y no nos olvidemos, estamos en un primer piso... en Roma... yo había cerrado las ventanas porque acá el ruido, es igualito a mi casa en el piso 9 de la calle Las Heras (lo que quiere decir que es muchísimo). La abrieron, obvio! Y encima, encima, encima de esto, tuvieron el tupée de preguntarme si me molestaba que vieran tele (buen, alguna mierdita de esas yankis, en el Ipod). Podrá ser que sean tan pelotudas estas chicas de no darse cuenta que el ruido de sus tacos, de sus charlas y de la calle es mucho, pero muchísimo más que el ruido del Ipod???

En fin, sólo me queda decirles que, si hay un prejuicio y un mito bien fundado es con esta gente americana. Son igual o más pelotudos de lo que dicen los diarios.

/Roma

1 comentarios:

Vero (Alfa) dijo...

jajajaja, me encantó el final!!! me maté de risa jajaja
Lamento la horrible convivencia, eso es lo que no me gusta de los hostel. Si la gente fuera educada y atenta todavía, pero así no.
Suerte en lo que te queda de viaje! Vero

Publicar un comentario